Sobre
Orlando del Carmen
Pararme frente al espejo. Anudar mi corbata. Respirar profundo. Admirar a Mamá. Amagar las lágrimas. Llorar en silencio. Mostrar fortaleza. Derrumbarme por dentro.
Mis pasos se dirigen hacia el lugar donde te diré adiós. Recordaré tus ojos, tu pelo, tu franqueza incontenible. Tu compromiso irrestricto.
Recordaré cuánto serviste. Cómo nos enseñaste que la felicidad no es completa si se alcanza a espaldas de la mirada solidaria, de la inteligencia puesta a disposición de los del lado, del hacer bien las cosas no para recibir loas, sino por un imperativo ético insoslayable.
Les contaré a todos lo que no se ve tras el hombre público. Les hablaré del amor conyugal, del cariño inagotable que emana de un roble. Nuestro roble. Un árbol frondoso de virtudes donde se pueden contener las dificultades y celebrar las pequeñeces. Un espacio donde sonreír con calma y aplacar las tristezas.
Otros también quieren decirte adiós. El Prat y sus guerreros vestidos de verde. Tus compañeros de trabajo y las vivencias de un hospital que recibía tus pasos como caricias de amantes comprometidos. Tus correligionarios y tus colegas. Todos intentando mostrarnos que te quisieron también.
Cuando todo termina, sólo quedamos un puñado de hombres y mujeres sintiendo el vacío de tu ausencia. Compartimos tu sangre. Cosechamos tus éxitos. Levantamos tus sueños.
En definitiva, disfrutamos de tu presencia por cortos 63 años. Años que parecen acelerar el paso cuando la plenitud y la trascendencia golpean la puerta de los justos.
Han pasado ya 4 años. Tu figura, cada vez más inmensa, parece recordarme serena que debo ser mejor. ¿Cómo poder serlo si me faltas en cada paso?
Necesito tu mano, tu risa contagiosa, tu olor a padre, tu mirada franca. Tu aprobación en mis proyectos que para mí tiene aires de bendición divina.
El más hermoso proyecto está por comenzar. Sé que estás aquí. En el silencio profundo de los días pasados, déjame encontrarte y abrazarte nuevamente. Entrégame otra vez, aunque sea la última, tu mirada henchida de orgullo.
Porque yo también la muestro cuando susurro tu nombre.
Aunque aún me falte tanto. Algún día dejaré de ser Esteban. Y seré como tú. Orlando Flores.