Sobre
Cristian Andrés
Dar este testimonio para mí es muy difícil aún, porque con sólo recordar su nombre y su carita mis lágrimas comienzan a correr.
Mi nombre es Liliana Flores Pardo y soy tía de Cristian Muñoz, hijo de mi hermano menor. Quiero que el mundo sepa que él existió y que tuve el privilegio de que fuera mi sobrino.
Cristian nació el 1º de Febrero de 1989. Era un niño muy sano y muy gordito. Tuvo un hermanito, y fue muy regalón de sus bisabuelos. Creció con algunas penas, como la separación de sus padres, pero, aún así, siempre se veía feliz. Amaba a su madre como a una santa y a su padre también lo idolatraba, a pesar de no vivir junto a él. Estudiaba mecánica automotriz, y quería trabajar para ayudar a su mamá.
Yo, Carolina -su prima-, recuerdo que cuando estudiábamos juntos, me llevaba súper bien con él. Lo adoraba y lo adoro, a pesar de que ya no está conmigo. Teníamos gustos bien similares, como la mecánica, por ejemplo. Era la persona más cariñosa que he conocido. Me encantaba cuando iba a mi casa a vernos, o cuando nos encontrábamos por la calle y él siempre me saludaba tan feliz.
Ese día sábado -el último día que lo vi- hice la estupidez más grande, porque no me acerqué a saludarlo. Como estábamos lejos, sólo le hice un gesto con la mano. Jamás me imaginé que iba a ser la última oportunidad que iba a tener para abrazarlo, antes de que, en la noche, llegara el fatal momento.
Era cerca de la una de la madrugada del día 28 de octubre del 2006 cuando nos avisaron que Cristian había tenido un accidente en moto y estaba grave, en coma. Los médicos decían que no había esperanza para él y que, si por milagro se salvaba, iba a quedar vegetal. Es ahí cuando comienzan la pena, la angustia, la impotencia, el dolor de la familia, y también las cadenas de oración.
Fueron cinco días de lucha por aferrarse a la vida, pero nunca salió del coma, hasta que, el día 2 de noviembre del 2006, llegó lo que nadie quería: Cristian, mi angelito, con sólo 17 añitos partió al Cielo en medio de la desesperación de amigos, vecinos y familia, dejándonos con una pena que creo nunca va a pasar y también con rabia, porque a veces pienso que es injusto que él ya no esté.