Sobre
Rosa Amelia
Rosita Amelia..... Romy para muchos.
Nació en San Carlos un 19 de noviembre de 1951, tercera en la lista de 6 hermanos. Heredó de sus padres su vocación de educadora, sueño que terminaría de plasmar muchos años después.
De espíritu inquieto y soñador, su infancia la vivió en Sewell, lugar del que siempre atesoró relatos e historias mágicas. En una época en la cual el cobre trajo a muchos norteamericanos, ella recordaba escaparse de la escuela para ir a ver cómo estos extranjeros se bañaban en piscinas temperadas, patinaban en canchas de hielo, poseían salones de baile y todo exclusivo para ellos. Lo que a ella le deslumbró, dentro de un pueblo tan pequeño y con pocos recursos para sus habitantes.
También nos contaba de los juegos sobre la nieve y como compartía con sus hermanos y otros niños del lugar haciendo monos de nieve y deslizándose en seudo trineos.
Fue una niña muy inquieta y curiosa, lo que le significó bastantes castigos por parte de sus padres conservadores y estrictos.
En su juventud emigró a estudiar su Enseñanza Media a la ciudad de Curicó, lugar donde asentó sus raíces y donde hoy se guardan sus cenizas.
Es en esta ciudad donde conoció a quien sería su gran amor, “Mario Javier”, con quien se casó en 1974. De aquella relación nacerían sus tres hijos: Marisol, Martita y Javier, conformando una familia muy unida y feliz que desarrolló su vida familiar siempre en la ciudad de Curicó, compartiendo el mismo hogar por casi 20 años.
Siempre fue una madre presente, que postergó sus sueños por mantener a su familia. Al nacer su primera hija, tuvo que dejar de hacer sus clases de Inglés y luego, con sus siguientes hijos, dejó inconcluso el término de sus estudios.
Con los años, y en la medida en que fuimos creciendo, fue buscando diferentes opciones de actividades y estudios, ya que su personalidad inquieta y curiosa la hizo probar con una tienda de ropa infantil, juguetería y crianza de conejos. Dio la PAA varias veces buscando el puntaje para retomar sus estudios de idioma y, como no le alcanzó, optó por un secretariado bilingüe. Al terminarlo le quedó gusto a poco, por lo que siguió investigando y encontró una institución que le convalidaba sus estudios anteriores y por fin cumplió su meta de titularse de profesora de inglés. Aunque alcanzó a ejercer muy poco, ella logró realizarse como persona, lo que nos puso sumamente orgullosos y nos dio un gran ejemplo de lucha.
Mientras por las mañanas muy temprano viajaba a Talca a la Universidad, por las tardes realizaba clases particulares a niños de diferentes partes. Tuvo que tratar con niños bastante difíciles, pero que con el tiempo logró “domar”, y pasó a ser una profesora apreciada por sus alumnos.
Alcanzó además a realizar su práctica profesional en el liceo de niñas de Curicó, donde fue muy querida por sus alumnas, las que sintieron su partida.
Era admirable el cariño que ponía en lo que hacía, su vocación de educar era algo intrínseco a ella. Estaba contenta con poder enseñar a otros.
Hoy la recordamos con nostalgia y resignación luego de su partida, la que ocurrió de forma misteriosa e imprevista, abandonando este mundo en tierras lejanas y no dando tiempo para despedidas.
Si se pudiera resumir lo que fue su vida, se podría asegurar que ella fue una “mujer feliz”, característica que siempre trató de instaurar en cada persona que conoció y especialmente en sus hijos, planteando la felicidad como el principal objetivo al que se debía orientar la existencia.
Una madre comprensiva, cariñosa y siempre abierta a escuchar a sus hijos.
Una esposa solidaria, regalona e independiente.
Una amiga ejemplar, siempre dispuesta a otorgar apoyo a sus amigos, acogedora y carismática.
Una profesional responsable, con espíritu y vocación de servicio educativo. Que al final logró una de sus principales metas: la de titularse de “pedagogía en inglés”.
Una persona sencilla, tolerante, extremadamente humana y apasionada por sus ideales, culta e inteligente.
Hoy su presencia física no nos acompaña, se fue tras el logro de un sueño en un largo viaje del cual nunca volvió. Su esposo, premiando su esfuerzo, le obsequió un viaje a Canadá, para que ampliara sus estudios de Inglés. Solo sería por un par de meses. La última vez que hablamos por teléfono con ella nos dijo que estaba muy contenta, pero que nos echaba mucho de menos y que quería regresar luego, porque la vida “Gringuista” la estresaba un poco.
Un par de semanas antes de su regreso, recibimos una llamada de una prima de ella residente en aquel país, contándonos que habían tenido que ingresarla a un hospital por un desmayo, luego de sentir que no podía mover sus piernas. En el trayecto cayó inconsciente, no despertando nunca más. Fueron largos días de espera frente a sus restos, y no obtuvimos ninguna explicación clara de lo que había ocurrido con ella. Se habló de un virus, pero no quedó nada esclarecido hasta el día de hoy. Por eso a veces vuelven a aparecer las dudas sobre el origen de su deceso.
No pudimos estar ahí para despedir su cuerpo, pero desde aquel triste 1 de mayo del año 2000, no ha existido un solo día en que no esté presente de alguna forma en nuestras vidas, ya que la grandeza de su alma nos acompañará hasta el fin de nuestros días.