Sobre
Gertrudis del Carmen
Vivió cuando pequeña junto a su numerosa familia en Leyda, camino al Puerto de San Antonio, lugar donde recibió el cariño incondicional de su profesora básica, a quien acompañó a dormir en la casa de la Escuela durante toda su estadía, lo cual les permitió cultivar una gran amistad, hasta que la profesora fue trasladada, lo que provocó un gran sufrimiento para ambas. Luego de esto, a “la Gecho”, como cariñosamente se le apodada, además de los quehaceres en la casa junto a su Mamita (como siempre nombró a su madre), se le encomendó hacerse cargo del pequeño hijito de una de sus hermanas mayores, Emita, quien permaneció por largo tiempo hospitalizada en Santiago, lugar hasta donde llevaba a esta guagüita, que crió con todo amor como si fuera su primer hijito: Robertito, a quien entregó, con mucha pena, a su querida hermana al recuperarse. Con Robertito, por diferentes circunstancias, se fue distanciando físicamente, pero hasta sus últimos días de de vida lo recordó a diario. Nuevamente tenía que enfrentar otra dolorosa separación.
Jovencita se trasladó al puerto de San Antonio a estudiar en la escuela de las religiosas “Sagrada Familia” en Barrancas. En esta ocasión conoció a quien fuera su gran amor: Fernando Sepúlveda S., el padre de sus siete hijos: Fernandito, Guillermito (ambos fallecieron siendo guagüitas), Teresa (Ed. de Párvulos - Lic. en Educación), Benjamín (que falleció a los 15 años por un accidente, siendo estudiante), Laura (Profesora de Matemáticas), Lucía (estilista y empresaria comercial) y María Gertrudis (socia empresarial de su esposo y quien ya tiene una linda nieta). Aquí “la Gecho” tendría que enfrentar el dolor de la pérdida de sus dos guagüitas, de Benjamín y del padre de sus hijos(as); la pérdida de su hijo Benjamín la llevó a vivir con una depresión muy bien disimulada por el gran esfuerzo y trabajo, apoyada “siempre por su hija mayor: Teresa” y sus hermanas Ema, Carmen e Inés; principalmente con el objetivo de criar en forma digna a sus cuatro hijas, trabajó arduamente hasta lograr ser una reconocida comerciante, iniciadora del Centro de Madres en la población Quinta Placilla (lugar donde vivió por más de 50 años), fiel admiradora del Padre Hurtado y del Papa Juan Pablo II, eterna invocadora al Espíritu Santo, siempre se destacó como una persona muy solidaria.
Si bien por su condición de eterna trabajadora, no pudo sentirse realizada de formar una familia unida, por su presencia conciliadora siempre manifestó el deseo de que sus hijas fueran “muy unidas”, deseo que llevó hasta su tumba. Sí se dio la oportunidad de disfrutar sus nietos(as), de quienes se sentía muy orgullosa y que fueron su preocupación hasta el minuto en que sorpresivamente “Dios la llama a su encuentro”, luego de haber tenido una larga conversación telefónica con su querido nieto Carlos, en las condiciones que ella siempre manifestó públicamente: en un día 11 del mes de la Patria, mirando a los niños bailar cueca y recordando a su querida nieta menor Ignacia, en una hermosa alameda, luego de tener un rico almuerzo dominical junto a su hija Laura, su yerno Gustavo y sus cuatros nietos: Macarena, Gustavo, Juan Pablo y Daniel, quienes tuvieron la dicha de acompañarla en sus últimos días de vida, con la misma serenidad que se despidió de Macarena y Juan Pablo, que viajaban de regreso a sus compromisos laborales y estudiantiles, sentada en el mismo lugar en que hoy se levanta un busto de Gabriela Mistral (personaje por quien sentía gran admiración en recuerdo a su primera profesora), cerró sus ojos a esta vida terrenal para abrirlos a la VIDA ETERNA, su corazón dejó de latir. Se encontraba en la casa de su hija en Curicó, ciudad que le rindió un homenaje por medio del Instituto San Martín, Hnos. Maristas en Curicó, la Rectora, el sacerdote Francisco Carter y todos los estamentos participaron de una hermosa despedida, no sólo por partir al encuentro con nuestro Padre Dios, sino que también porque sus restos eran trasladados al puerto de San Antonio, donde pobres y ricos (sin distinción alguna) junto a la gente del comercio y su “curita amigo” de Barrancas, demostraron el profundo pesar por el fallecimiento de tan querida persona acompañando a su familia a depositar sus restos a la sepultura familiar “donde se abraza a su inolvidable Janín (su hijo Benjamín)”, ya que a él siempre se abrazó en sus momentos de debilidad, para que, al igual que Simón Cirineo le ayudó a Jesucristo a aliviar el peso de la Cruz, así a “la Gecho” le ayudaba a llevar su pesada cruz de la vida “Janín”, que intercedía ante Dios, por ella, por su amada madre.
Este es el Testimonio de vida de quien me dio la existencia y que, al partir a la Vida Eterna, también se llevó gran parte de mi vida y me dejó una parte de la suya en un misterioso secreto, para que, cuando Dios me llame a su encuentro, lo pueda comprender.
"No quiero estar triste por haberte perdido, sino estar alegre por haberte tenido".